El mes de febrero siempre es bienvenido, esperado. Al escucharlo siempre nos remite
al amor, al apego.

En nuestro México, este mes, y casi todos, son de fiesta. Pero en febrero celebramos
en especial a nuestros símbolos patrios, que van muy de la mano con el sentimiento de
amor, de pertenecía.

El 24 de febrero celebramos por todo lo alto y con todos los honores, que tenemos una
historia, un origen, una raíz.

La leyenda cuenta, según la mitología azteca, que el dios Huitzilopochtli habría
profetizado a los Mexicas que se debían establecer en el sitio donde encontraran un
águila posada sobre un nopal devorando a una serpiente, pues allí lograrían riqueza y
poder.

Al llegar al valle de México, avistaron la señal profetizada sobre un islote del lago de
Texcoco, y allí fundaron la ciudad que se habría de transformar en la actual Ciudad de
México, capital de México.

Esta mítica visión, da forma al escudo de armas de los Estados Unidos Mexicanos,
como se le conoce oficialmente.

El escudo se posa sobre el blanco inmaculado, color central de nuestro lábaro patrio. 
El significado de los colores de la Bandera de México se ha ido modificando. En 1821,
el rojo aludía a la unión entre mexicanos, el verde a la Independencia y el blanco a la
religión, mientras que ahora el blanco significa la unidad, el verde la esperanza y el rojo
la sangre de los héroes nacionales.

Cada año en esta fecha, el fervor de los Mexicanos se desborda, es un sentimiento
intenso de entusiasmo y admiración hacia nuestra hermosa bandera, atesorando su
pasado y esperanzados en el futuro.

Arrebozados entre sus ondulantes colores, trabajamos cada día para ser una nación
orgullosa de su historia y tradición.

¡Fervor Miravalle!